IGLESIA DE SAN VICENTE MÁRTIR (SAN SEBASTIÁN)

Querido visitante, eres bienvenido a la ciudad de San Sebastián y su iglesia de San Vicente, templo visitado a lo largo de los siglos en busca de momentos de recogimiento y oración, tanto por sus parroquianos, como por viajeros, comerciantes e innumerables peregrinos en su camino rumbo a Compostela.

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El templo que visitas es el edificio más antiguo de San Sebastián. Su edificación se inició en el año 1507, sobre los restos de un templo románico del que se tiene constancia de su existencia ya en el siglo XII. Este primitivo templo fue devastado por el fuego, en uno de los innumerables incendios que asolaron la ciudad a finales del siglo XV. La iglesia actual es de estilo gótico-tardío. Tiene una planta rectangular de tres naves con seis robustas columnas que sostienen las bóvedas de crucería creando un conjunto que nos envuelve. La nave central tiene mayor altura. La armonía del espacio y la altura de sus naves convierten este templo dedicado a San Vicente en uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura religiosa de Gipuzkoa.

Seguramente te han llamado la atención sus dimensiones, la luz de sus rosetones y el majestuoso retablo mayor. Comencemos nuestra visita dirigiéndonos a la nave del Evangelio, situada a la izquierda de la entrada principal. Aquí podemos ver, entre columnas salomónicas y fondo encarnado, la talla sedente del “Ecce-Homo”. Jesús Nazareno, agonizante a causa del dolor, se inclina suavemente aceptando sin protesta el cáliz que está sufriendo por la redención del ser humano. A tu izquierda, se encuentra la capilla de “La Dolorosa”. La Madre del Señor doliente ante la Pasión y Muerte de su hijo.

“Nuestra salvación es un regalo de la sangre de Cristo, todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros”

A continuación, se encuentra el retablo barroco dedicado a San Eloy, cuya talla ocupa la hornacina central. Dada su condición episcopal aparece con mitra y báculo, y también, con un yunque y un martillo, emblemas del gremio de plateros y joyeros del cual es patrono y a quien se le tiene gran devoción. La cofradía de orfebres, numerosa y bien posicionada en aquellas épocas, costeó este magnífico retablo en su honor.

Acompañan al titular, las tallas de San Ignacio de Loyola, patrono de Gipuzkoa y fundador de los Jesuitas, y Santa Lucía, patrona de la vista. En la parte superior se encuentra la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, flanqueada por Santo Domingo de Guzmán, fundador de los Dominicos, y Santa Teresita del Niño Jesús.

En la capilla contigua se encuentra un “Calvario” con su habitual composición iconográfica. Jesucristo en la cruz, acompañado de su madre, la Virgen María, y del apóstol San Juan. En la capilla adyacente está situado el retablo de las Ánimas. La negación de la existencia del Purgatorio por parte de la reforma protestante originó la proliferación de cofradías dedicadas a la oración por las Benditas Animas del Purgatorio. La cofradía aquí existente erigió este altar, y en él, el retablo de las Animas. En primer plano aparecen las ánimas en gesto de súplica, alzando su mirada hacia la Virgen, que situada en el centro de la composición y en presencia de la Santísima Trinidad, los contempla con ternura y asiste a las almas purificadas a ascender al Cielo. En el ático destaca la talla de San Luis Gonzaga, santo jesuita.

A tu espalda, en la nave opuesta, a los lados de la portada del muro sur, se encuentran dos relieves bellamente enmarcados, “La adoración de los Magos” y “La aparición de la Virgen y el Niño a San Francisco”. Puedes contemplarlos con detenimiento a tu salida.

Después de este recorrido por la nave del Evangelio y de descubrir temas y figuras que quizás desconocieses, llegas a la cabecera del templo. Aquí se hallan tres extraordinarios retablos. Destaca por su grandiosidad el retablo mayor dedicado a San Vicente, titular del templo. Te invitamos a que tomes asiento en los bancos delanteros para admirarlos con detenimiento y profundizar en su belleza.

Comencemos por el Retablo de la Sagrada Familia, situado a tu derecha. Es un retablo neoclásico en el que destaca el altorrelieve donde se representa a la Sagrada Familia, la Virgen María, el Niño y San José.

San José, carpintero de profesión, enseña a Jesús el oficio. Es una curiosa representación, ya que, de alguna manera, la tabla que San José está serrando es una prefiguración del madero de la cruz en la que Jesucristo dará su vida. Flanqueando el medallón central vemos las imágenes de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen e integrantes de la familia de Nazaret. En el ático, la efigie de San Andrés, el primer apóstol elegido por Jesús, remata el conjunto.

El retablo mayor fue erigido a finales del siglo XVI, consta de un pedestal de piedra o sotobanco, banco, friso, tres cuerpos y ático rematado por un hermoso Calvario. Verticalmente, se divide en cinco calles y dos entrecalles.

Comencemos por la base del retablo. Tanto en el banco como en el friso superior, se relatan cronológicamente los momentos cumbres de la Redención. De izquierda a derecha, podemos contemplar los relieves correspondientes a “La última cena”, “El lavatorio de los pies”, “Los apóstoles en el huerto de los olivos”, “El prendimiento de Jesús” y “La sentencia de Pilatos”.

En el friso superior puedes observar la conmemoración de la Pasión del Señor con “La flagelación”, “La Coronación de espinas”, “Cristo ante Caifás”, “Camino del Calvario con la cruz a cuestas”, “Cristo clavado en la cruz” y “El descendimiento”.

Es una perfecta catequesis que nos acerca a la Pasión y muerte de Nuestro Señor, donde la colocación de los paneles en la base del retablo, nos indica que la Redención es la base del cristianismo.

Si elevamos la vista del friso, que nos rememora las inhumanas escenas de la Pasión, nos encontramos con la majestuosa figura de Cristo resucitado. El Salvador del mundo imparte la bendición con su diestra y con la otra sostiene el Universo. De este modo, se enfatiza que el Hijo de Dios es el que trae la salvación y que, por tanto, no existen méritos ni obras humanas que puedan conquistarla porque es don gratuito.

El primer cuerpo atesora dos magníficos relieves. A la izquierda, entre las tallas de San Juan Evangelista y San Andrés podemos contemplar “La Anunciación”. El ángel anuncia a María que va a ser la Madre del Hijo de Dios. El gesto de su delicado rostro da muestra de aceptación de la voluntad divina. A la derecha, también flanqueado por dos apóstoles, vemos “La adoración de los pastores”. Los pobres y humildes honran al Hijo de Dios nacido también en la mayor humildad y pobreza a los ojos del mundo.

Continuamos observando el segundo cuerpo. La imagen de San Vicente, titular de la iglesia que ocupa la hornacina central, viste túnica encarnada, distintivo de su diaconado y martirio. A ambos lados, entre tallas de apóstoles, podemos apreciar dos relieves con escenas de su martirio. A la izquierda se aprecia cómo es atado a un madero y torturado, mientras que a la derecha se ve al santo en la parrilla donde fue abrasado.

En el tercer y último cuerpo, destaca la talla de San Sebastián, patrono de la ciudad. Representa al Santo, atado a un árbol y saeteado por varias flechas. Al igual que en el cuerpo inferior, podemos contemplar las escenas de su  martirio y muerte. Confiesa su fe cristiana ante el emperador Diocleciano y el momento de su muerte en el circo romano, acto final de su martirio. Intercaladas están las efigies apostólicas.

Llegamos al ático, cuya parte central está dedicada a “La Asunción de la Virgen”. Representa el momento en el que la Virgen María, al final de su vida terrenal, es elevada al Cielo en cuerpo y alma. María eleva su mirada hacia el cielo, en gesto de agradecimiento al Altísimo por su exaltación, mientras un coro de ángeles la asciende a la Gloria y la corona como Reina de los Cielos.

Escoltan tan bella representación, las imágenes de las mártires Santa Quiteria y Santa Agueda. Quiteria, tal como aparece en el retablo, fue decapitada por defender su virginidad, y Santa Agueda, a la que se le tiene gran devoción en tierras vascas, fue martirizada por no renunciar a su fe cristiana.

En los extremos del ático fueron colocadas con posterioridad dos figuras alegóricas, la Fortaleza y la Justicia, dos de las virtudes cardinales que complementan a las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad.

Y coronando este extraordinario retablo, podemos contemplar la hermosa y sugerente representación del “Calvario”. Tiene una curiosa composición iconográfica: Cristo crucificado acompañado de María y San Juan, el discípulo amado. Junto a ellos, dos ángeles recogen en sendos cálices la sangre que mana del costado de Cristo. No permiten que se pierda ni una gota de su preciosa sangre derramada para liberarnos del pecado y de la muerte.

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“Solo tienes que saber que eres su hijo, y Él es tu padre y tu padre te ama”

Vamos concluyendo la visita. Falta ver el Retablo del Sagrario que se levanta a nuestra izquierda, en la cabecera de la nave del Evangelio. Consta de banco y tres cuerpos con tres calles. En la parte inferior podemos distinguir los paneles que representan “El abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la puerta dorada del templo de Jerusalén” y “La Natividad de la Virgen”. La escena está tomada del evangelio apócrifo llamado Protoevangelio de Santiago. Cuenta que Joaquín y Ana eran de edad avanzada y no tenían hijos, por lo que la gente les humillaba. Joaquín consuela a su esposa y la abraza ante la «puerta dorada» del templo de Jerusalén, y en ese momento Ana queda embarazada de María.

En el primer cuerpo los relieves de “La degollación de San Juan Bautista” y “La visión de San Francisco” acompañan a Nuestra Señora del Rosario que sostiene al Niño Jesús y adelanta su brazo derecho acercando el rosario. En el cuerpo superior, las tallas de Santa Clara de Asís y Santa Catalina de Siena escoltan el relieve de “La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel”. El retablo es coronado por un sencillo Calvario.

En la parte inferior de tan bello retablo, parece pasar desapercibido el mayor tesoro que podemos encontrar en este templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo vivo que nos ha salvado y redimido, nos ha regalado gratuitamente la vida eterna y está siempre a nuestro lado.

Acaba nuestra visita donde hemos aunado arte y fe, deseamos que haya sido grata. Antes de abandonar el templo para seguir tu camino por tierras vascas, te invitamos a tener un momento de recogimiento y oración, a sentarte en silencio ante la acogedora presencia de Nuestra Madre, meditando su vida de entrega y gratitud, o alabar y acompañar al Señor en su presencia eucarística en el Sagrario.

(Ponemos a tu disposición oraciones y enlaces que te pueden ayudar en estos momentos de interiorización. Del mismo modo, puedes profundizar en la vida de los Santos que componen el retablo gracias a los diversos enlaces del texto.)

Evangelio del día. EVANGELIZO / ROSARIO / VIA CRUCIS / VIA LUCIS


MISAS

Laborables: 11:00  /  19:30
Vísperas: 19:30
Festivos: 10:30  /  12:30


ORACIÓN DE SAN VICENTE MÁRTIR

Dios y Padre bueno, que infundiste al diácono San Vicente el espíritu de fortaleza que le hizo fiel en tu servicio y valiente en el martirio. Te damos gracias por su ejemplo.

Padre Santo, confiados en tu amor misericordioso, por intercesión de San Vicente, te suplicamos nos protejas de los males que nos amenazan en nuestro tiempo. Líbranos del pecado que nos hace sordos a tu Palabra y nos arrastra a vivir al margen de tus mandamientos, y que nos hace egoístas e indiferentes ante el sufrimiento de los demás.

Danos la salud del alma y del cuerpo para que, a ejemplo de San Vicente, podamos amar con un corazón limpio y servir al prójimo con generosidad, compartiendo nuestros bienes con quien lo necesite. Te pedimos por quienes son víctimas de guerras, terrorismos y violencias. Ten compasión de quienes se sienten solos y desamparados, de los que sufren a causa de las enfermedades, de la pobreza y el hambre.

Dios de bondad, por intercesión de San Vicente, protege a todas las familias para que sean verdaderas iglesias domésticas, en las que se cuide el tesoro de la vida y de la fe, y donde se enseñe y practique el amor fraterno. Ayúdanos a ser sal y luz para los demás, siendo auténticos testigos de Jesús en todas las facetas de nuestra vida, siendo instrumentos de paz, de alegría y de esperanza.

Padre Nuestro, haz que quienes te invocamos en nombre de San Vicente, guiados por su ejemplo y con la ayuda de su intercesión, caminemos juntos hacia ti.

ORACIÓN A CRISTO

Señor Jesús, tú que con los brazos extendidos y la cabeza en alto dijiste a gran voz: “Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba”. (S. Jn. 7, 37)

Señor, tú que dijiste estando colgado en una cruz dijiste con débil voz: “Tengo sed”. (S. Jn. 19, 28)

Señor, tú que dijiste a la mujer samaritana a la orilla de un pozo de agua: “el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed”. (S. Jn. 4, 14)

Tú, Señor, tienes sed.

Y tienes sed de mí; de mi persona y de mi compañía. Es por eso, Señor, que hoy respondo a tu voz y te digo: “Señor, tengo sed de ti”.

Al Señor de la sed le digo hoy: “Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a ti. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida”. (Sal. 42, 1-2)